miércoles, 29 de junio de 2011

EL LLEPO DE CULEBRAS

Autor:  Alfredo Paice                              Cuenta la leyenda, que hace muchos años hubo en Huife Alto un hombre alto, de tez blanca con muchas canas, el cual adoraba a los animales;, por lo mismo se dedicaba con esmero a ellos; siempre estaba ayudando y alimentando a los que veía sufrir y sin dueño. La gente del sector lo quería mucho por la gran sensibilidad demostrada con estos hermanos menores.  El hombre solía salir a cabalgar todas las tardes para verificar que todo estuviera bien.  Un buen día tomó la decisión de salir temprano a cabalgar y poder disfrutar del sol de  la mañana, cuando escuchó ruidos extraños, detrás de un arbusto muy grande, se bajó y encontró unas culebras enrolladas, les lanzó unas piedras para saber cuántas eran y las culebras se desenrollaron, sin saber lo tan peligrosas que pudieran ser, ya que él pensaba que las culebras eran saludables para las plantas.
Escuela:  G-781 Huife Alto
Curso:  3er. Año Básico


                                   Se quedó un par de minutos en el lugar para observarlas, pero el hombre comenzó a asustarse al ver que se movían muy rápido, en ese mismo instante se subió a su caballo dejándolas ahí, galopó muy rápido y las culebras lo empezaron a seguir; en su desesperación casi se cae a un barranco muy grande y peligroso.

                                   Al pasar los minutos cabalgaba más y más rápido sin entender por qué las culebras lo seguían, si ellas se arrastran y normalmente lo hacen lentamente.  En ese momento detuvo su caballo, tomó un pañuelo que tenía puesto en su cuello y en su desesperación, se lo tiró y las culebras se desintegraron; impresionado por este suceso regresó a su casa.


                                   Al llegar a casa contó a su familia lo ocurrido, al principio nadie creía, que un simple pañuelo pudiese matar a esas culebras tan diferentes a las que él conocía; el hombre les mostró el pañuelo como evidencia de lo ocurrido , el cual estaba con restos de estas repugnantes y extrañas sabandijas.


 
                                   FIN

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